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Los moluscos en adultos no son de la piscina

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Y es que cuando los moluscos se localizan en el área genital de un adulto se consideran una infección de transmisión sexual hasta que no se demuestre lo contrario (en realidad se pueden contagiar en una piscina, pero no nadando, precisamente). De este modo, esta patología tan frecuente en la población infantil adquiere de repente otras connotaciones completamente diferentes cuando hablamos de personas adultas.

En Dermapixel ya hablamos del molusco contagioso. Fue una de nuestras primeras entradas, y sigue siendo la más visitada y una de las más comentadas. Precisamente a raíz de los comentarios me he dado cuenta de la cantidad de personas que entran en la red buscando respuestas a esta infección. Y no son precisamente niños. En nuestras consultas atendemos a pacientes con moluscos genitales con bastante frecuencia, así que creo que vale la pena aclarar algunos conceptos.

Ya sabemos que el molusco contagioso es un miembro de la familia de los poxvirus, del que se distinguen 4 serotipos. Aunque es una patología típicamente infantil, también se da en adolscentes y adultos sanos, a menudo como infección de transmisión sexual. También es más frecuente en estados de inmunodeficiencia celular, como en el caso de infección por VIH o en pacientes bajo tratamiento inmunosupresor.

Lesiones de molusco en zona púbica antes del tratamiento

Este virus se transmite por contacto directo piel con piel, y por tanto puede aparecer en cualquier lugar del cuerpo (incluso hay casos descritos en mucosas). También puede transmitirse por autoinoculación (sobre todo a través de métodos depilatorios). El periodo de incubación es muy variable y va de 1 semana a 6 meses, aunque típicamente se barajan periodos entre 2 a 6 semanas. Para aquellos casos más “misteriosos” debemos tener en cuenta que puede transmitirse a través de fómites (toallas, ropa, etc.). En este sentido, compartir utensilios para la depilación de la zona genital no es una buena idea.

Las manifestaciones clínicas son las mismas en niños y en adultos, y es que las pápulas de color carne con centro umbilicado son muy características, habitualmente de 2 a 5 mm de diámetro. Ocasionalmente podemos observar elementos de mayor tamaño o polipoides. Puede haber prurito, y las lesiones pueden inflamarse con facilidad. En pacientes con infección por VIH las lesiones pueden ser de gran tamaño, extensas y de localización atípica.

El diagnóstico es clínico y sencillo en la mayor parte de los casos; sólo en presentaciones atípicas puede ser recomendable realizar confirmación histológica, en cuyo caso el patólogo lo tendrá muy fácil al constatar los cuerpos de inclusión citoplasmáticos en el interior de los queratinocitos denominados cuerpos de Henderson-Paterson. Respecto a otras exploraciones complementarias, en los casos de localización genital puede ser recomendable la realización de serologías para descartar otras infecciones de transmisión sexual.

¿Y qué hay del tratamiento? Aunque las alternativas son exactamente las mismas que en los niños, las circunstancias no son equiparables. Así, la disyuntiva tratar vs no tratar no suele plantearse en adultos. Podéis decir que al ser una infección vírica existe la tendencia a la resolución espontánea de las lesiones, y así es (no son pocas las ocasiones en las que el paciente acude a la consulta ya curado, sin ningún tratamiento). Pero no olvidemos que son lesiones contagiosas hacia terceras personas y que pueden (o deberían) limitar la vida sexual de quienes las padecen (por su localización el preservativo no es suficiente en la mayor parte de los casos). De manera que, más que una alteración estética, estamos ante un problema de salud pública (o púbica, según se mire).
Por otra parte en adultos jugamos con otra ventaja a la hora de plantear tratamiento: los pacientes suelen estar más que convencidos de la necesidad de tratar y, salvo excepciones (que las hay), al tratarse de personas adultas suelen colaborar para conseguir este fin.

El tratamiento de primera línea sigue siendo el curetaje de todas las lesiones (cuando son muy numerosas puede aplicarse previamente un anestésico tópico en crema). A mi juicio es la mejor manera de que el paciente salga “curado”, aunque en ocasiones (y sin necesidad de que se produzca un nuevo contagio) no es infrecuente que alguna lesión, por su pequeño tamaño y localización, nos pueda pasar desapercibida y sea el origen de una posible recidiva precoz de las lesiones. La crioterapia es otra alternativa que puede ser útil, pero es molesta para el paciente (sobre todo en múltiples lesiones) y no garantizamos la curación en una sola sesión. La cantaridina es un vesicante que debe ser aplicado por el médico, con resultados variables y algo impredecibles (la ventaja es que la aplicación es indolora). Otros posibles tratamientos son la podofilotoxina, el imiquimod y el hidróxido potásico. La principal ventaja de estos tres últimos es la aplicación por el mismo paciente en su domicilio (los dos primeros están financiados por el SNS). El inconveniente es que son tratamientos de varias semanas no exentos de reacciones locales que pueden ser algo molestas para el paciente.
Otros tratamientos tópicos, como el ácido salicílico o retinoides tópicos también se han ensayado, con resultados más pobres.
Cualquier otro método de destrucción física es igualmente válido (como tratamientos con láser o electrocoagulación), aunque parece excesivo para algo que puede tratarse con una simple cureta.
Finalmente la cimetidina oral se ha utilizado durante años por sus propiedades inmunomoduladoras, aunque estudios comparativos ofrecen resultados contradictorios. Además hay que tener en cuenta que la cimetidina interacciona con múltiples fármacos.
Y no, no hablaremos de homeopatía porque éste es un blog serio.

¿Y qué sucede si se trata de una mujer embarazada? Lo cierto es que es una situación poco frecuente y la tasa de transmisión vertical al recién nacido no se conoce, con muy pocos casos descritos en la literatura médica. Aunque el riesgo de transmisión al recién nacido es posible si el parto es por vía vaginal, el escaso número de casos hace pensar que el recién nacido estaría en cierta manera protegido por el paso de anticuerpos maternos o bien por un elevado periodo de latencia (es rarísimo en niños menores de 1 año). Por otra parte, determinados tratamientos (como el podofilotoxino) estarían contraindicados en mujeres gestantes, así que en caso de optar por realizar un tratamiento sería mediante curetaje o crioterapia.

A Gerardo le pedimos unas serologías, que fueron negativas, y le realizamos curetaje de todas las lesiones en la misma visita inicial, sin que presentara recidiva de las mismas.

Una vez más, os dejo con un vídeo de mis moluscos preferidos: los opistobranquios.


Nudibranchs of Anilao from Dustin Adamson on Vimeo.

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